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Muerte por parto en Paraguay

 


                                                                                                                                   Por Rodrigo Alfaro

Mil ochocientos recién nacidos mueren cada año por partos inseguros en Paraguay, y  al menos 1500 niños pierden a su madre por causas prevenibles relacionadas con el parto. Esto es sólo el principio: el país está en la cima de embarazos adolescentes en Latinoamérica ( junto a países como Haití ), siendo ésta una etapa crítica en la que el 25 % de las muertes en menores de 19 años son a causa de abortos clandestinos. Además, las consecuencias a corto plazo de las deficiencias en el sistema de salud son fatales, ya que más de 3.000 menores de cinco años mueren anualmente como consecuencia de la falta de asistencia post-parto, falta de vacunación y ser parte del 80% que no recibe lactancia materna.

 

 

En la primera semana del mes de febrero en el Hospital Distrital de Boquerón, aún si hubiese un pediatra no habría tenido trabajo. Todos los niños nacieron muertos o murieron por falta de medicamentos y equipos médicos para mantenerlos con vida. Los niños muertos son abandonados por sus familiares y enterrados en cajas de balas, los entierros son trámites tristes para el director del hospital, quien se hace cargo de la ceremonia y luego regresa a su trabajo donde sus ambulancias no cuentan con combustible, los botiquines de remedios están vacíos y no hay equipos suficientes para realizar estudios básicos a los 70 mil habitantes del distrito.
Ésa es la situación en el Chaco Paraguayo, donde los médicos afirman que menos del 40% de los fallecidos son contabilizados para las estadísticas oficiales, que en poco se relacionan con la realidad en la cual se encuentran los pobladores -en su mayoría indígenas-, aislados del hospital por caminos de talco difíciles de transitar para ellos, y desconocidos para las camionetas todoterreno del director regional.


Las palabras de Rosalino González, líder de una comunidad indígena en Laguna Negra, acaban por describir una situación de abandono repetida a lo largo del continente, aunque sin resultados tan drásticos:“De mi comunidad no podemos llegar al hospital más que en tractores o en mi moto, lo cual hace lento o peligroso venir con embarazadas o heridos, y del hospital no vienen nunca… salvo en elecciones, ahí vienen con sus promesas…”. Y esas palabras que se parecen a otras, dichas en muchas partes, hablan de una situación única: la República de Paraguay es de los países más pobres de Latinoamérica, y Latinoamérica es la región donde hay más desigualdad social en el mundo; y esto se ve reflejado en todos los aspectos de la vida en ese lugar, desde el momento de nacer hasta el de morir, y son justamente estos hechos que parecen lejanos y que naturalmente deberían serlo, los que lamentablemente la situación política y social de este país en particular ha hecho que se unan y se den en un mismo lugar, día tras día, provocando muerte donde debería haber vida, cajones en vez de cunas: muertes por partos.


Así es como al llegar al HDB, a píe o trasladados por tractores, algunos pacientes se encuentran a la deriva, y ante la espera de horas o días para ser atendidos o volver a sus casas, ellos prefieran pasar la noche a la intemperie a 50°C  y no en sus habitaciones más calurosas y faltas de asistencia médica suficiente.
En Asunción la situación es distinta, aunque no menos lamentable; en nuestra primera visita al Hospital del Barrio Obrero, la Dra. Fernández, sin un médico especializado que la asista en las cirugías o se reparta el trabajo con ella,  se hace cargo durante 24hs seguidas de más de diez partos por cesárea, dos vaginales y cuatro intervenciones a mujeres en condiciones críticas por abortos realizados por inexpertos, y por la imposibilidad estructural de hacer estudios necesarios a las madres, o la falta de fichas médicas de ellas, cuenta que “lo más importante aquí es tener instinto, y que él no te falle“.

 

 

 

Mientras la doctora está operando a una madre, una muchacha de 16 años con una hemorragia por aborto va hacia el baño dejando un enorme rastro de sangre, al salir dice que algo salió de ella, vuelve a su colchón y clava la vista en otra muchacha que se está desangrando en una camilla.
Otras tres adolescentes esperan acostadas en colchones su turno para la operación, la más joven, de 15 años, nos cuenta que la embarazó su pareja de 42 años y que vive con él aunque no le guste, ya que su madre no podía hacerse cargo de ella y sus 8 hermanos. A unos metros los doctores lamentan el fallecimiento de una mujer a la que ayer, debido a la falta de un medico anestesista, se le aplicó demasiada anestesia en el parto.
Las muchachas embarazadas están débiles y con problemas de salud, gritan y sienten grandes dolores, intentan consolarse entre ellas, lloran, y sus llantos se entremezclan con los del sector de atrás, donde hay 25 bebés que nacieron con complicaciones, cifra constante que se renueva casi a diario por fallecimientos, traslados y pocas altas médicas. La doctora sale de cirugía, debe internar a una madre en terapia intensiva, pero la totalidad de las camas de ese hospital están destinadas para accidentados, por lo que esa madre como todas las del país deben tener mucha suerte y esperar que una de las pocas ambulancias disponibles la traslade al Hospital Nacional para salvar su vida.


La crisis en el sistema de salud Paraguayo es, desde hace más de medio siglo, una de las principales preocupaciones de los sectores que buscan justicia social, y luego de que este país sufriera una falta histórica de compromiso con el sistema de salud público de parte de sus gobernantes, cuando el gobierno actual tomó la decisión de hacer gratuito el servicio de salud el 25 de diciembre último, los sabotajes y la falta de compromiso de parte de los ejecutores de esta medida la hicieron obsoleta: muchos médicos siguen cobrando, ahora ilegalmente, por sus servicios; la disposición estructural de los hospitales sigue apuntando a cuidados que le representen mayor ingreso de dinero a las instituciones, dando la espalda a las atenciones más urgentes. Los directores de los hospitales no podrían aunque quisieran organizar sus hospitales de modo tal que satisfaga las necesidades de los pacientes.

 

En algunos hospitales falta personal, en otros espacio, en todos los insumos son de pésima calidad, y ahí es donde se hace imprescindible la figura del médico que da más de lo que se le exigiría a cualquiera, e intenta ponerle freno a la catástrofe sanitaria que vive la región.
Ellos son los primeros en resaltar constantemente la necesidad de que se prevenga, se eduque en los colegios y hospitales sobre salud sexual y reproductiva.
Lo concreto en cuanto a políticas de salud refiere, es que el senador Carlos Filizzola ha presentado un proyecto de ley en donde se trata de poner fin a la falta de sustento legal para el cuidado y tratado de las madres y niños en Paraguay, pero ese proyecto no ha sido aceptado ni se ha formulado otro en su lugar de parte de quienes se opusieron, debido a una campaña contra-informativa de los corrompidos medios de comunicación Paraguayos, que manejaron la situación política y la idea de las masas desviando el tema de la salud materno infantil y alegando que esa ley intentaba garantizar el aborto u otras cuestiones referidas a los derechos de los homosexuales, cuestiones que sí se tratan pero no para promoverse sino para que sean respetadas, como así también promueve la educación sexual y reproductiva y movilizar el sistema de salud para poner al alcance de las madres y niños más y mejores servicios para la hora de dar a luz, lo cual es urgente e imprescindible para que las salas de maternidad dejen de ser algo muy parecido a una carnicería.
Al igual que en el resto de los hospitales, en la Cruz Roja Paraguaya se evidencia ausencia de asistentes sociales, por lo cual los médicos y enfermeras suelen hacerse cargo del estado emocional de las muchachas, y pese a que muchas veces no tienen los recursos necesarios para manejar situaciones extremas, dan lo mejor de sí mismos para contener a las pacientes.


Una muchacha grita implorando porque no quiere que su hijo nazca, me pide por favor la saque de ahí, “vámonos” insiste “sacame de acá, dale…”. Es una de las más de 10 adolescentes que paren cada día en la CRP. Éstas muchachas afrontan una situación indeseada, muchas son víctimas de abuso sexual y otras de la falta de  educación sexual y reproductiva. Ellas descargan con sus gritos y sus lamentos la angustia retenida durante nueve meses, ellas fueron excluidas de la sociedad, lo que fue su vida hasta ese momento muere allí pese a que ellas no sean enterradas.

 

 

 

     ( ·Paraguay, primer trimestre de 2010 )

Eighteen hundred newborns die each year from unsafe deliveries in Paraguay, and at least 1,500 children lose their mother from preventable causes related to childbirth. This is just the beginning: the country is at the top of adolescent pregnancy in Latin America (along with countries such as Haiti), making this a critical stage in which 25% of deaths in children under 19 years are due to clandestine abortions . In addition, short-term consequences of deficiencies in the health system are fatal, and that more than 3,000 children under five die every year due to the lack of post-partum care, lack of vaccination and being part of the 80% that not receive breastfeeding.

In the first week of February in the District Hospital of Boqueron, even if there was a pediatrician, they wouldn’t have work to do. had a pediatrician would have had no work. All children were stillborn or died from lack of medicines and medical equipment to keep them alive. The dead children are abandoned by their families and buried in boxes of bullets, funerals are sad procedures for the hospital director, who is in charge of the ceremony and then return to work where their ambulances have no fuel, kits remedies are empty and there is insufficient equipment to perform basic studies to the 70 000 district citizens.
That is the situation in the Paraguayan Chaco, where doctors say that less than 40% of these deaths are counted for official statistics, that differs from the inhabitants reality -mostly indigenous – in which they are isolated from the hospital by difficult paths to navigate for them and unknown to the regional director’s off-road trucks.
Rosalino Gonzalez words, leader of an indigenous community in Laguna Negra, describe a situation of abandonment repeated throughout the continent, only not so dramatic: “In my community we can only reach the hospital using tractors or my bike, making it slowly or dangerous to go with someone pregnant or injured, and from the hospital no one ever comes … except in elections, that’s when they arrive with promises …”. And those words that seem to other words, said in many places, speak of a unique situation: the Republic of Paraguay is one of the poorest countries in Latin America, and Latin America is the region where there is more inequality in the world, and this reflects in all aspects of life there, from the moment of birth until death. These are the precise, seemingly distant facts that the political and social situation of this country unfortunately forced them to come together and be all in the same place, day after day, causing death where there should be life, boxes instead of cribs: deaths from births.
This is how getting to the DHB, on foot or transported by tractors, some patients get adrift, waiting for hours or days for treatment or return to their homes; they prefer to spend the night outdoors at 50°C and not in their warmer rooms lacking of adequate medical care.
In Asuncion, the situation is different, though no less regrettable; in our first visit to the Hospital from Barrio Obrero, Dr. Fernandez, without the attending doctor specialized in surgery or split the work with her, takes 24 hours shifts followed by more than ten Caesarean deliveries, two vaginal and four interventions in a critical state women due to abortions performed by unqualified people, and the structural impossibility of making necessary studies for mothers, or lack of medical records of them, note that ” the most important thing here is to have instinct, and that it does not fail you”.
While the doctor is operating on a mother, a girl of 16 years with a bleeding caused by an abortion walks into the bathroom leaving a huge trail of blood, when she came back she said that something came out of her, returned to her bed and stared at another girl bleeding on a stretcher.
Three other teenagers lying on mattresses await their turn for surgery, the youngest, aged 15, tells us that her 42 years old partner got her pregnant and lives with him, despite not liking it, because her mother could not bear her and other eight siblings. A few meters away some doctors lament the death of a woman who, due to the lack of an anesthetist, was administered too much anesthesia during childbirth the day before.
Pregnant girls are weak and in poor health, they scream and feel great pain, try to console each other, crying, and their weeping blends with the back sector, where there are 25 babies born with complications, a figure constantly renewing almost daily because of deaths, transfers and few discharges. The doctor comes out of surgery, and a mother must be admitted in intensive care, but all the hospital beds are designed for patients with injuries, so that mother -and all of the country- must be very lucky and hope that one of the few available ambulances take her to the National Hospital to save her life.
The crisis in the Paraguayan health system, for more than half a century, is one of the main concerns of the sectors that seek social justice, and after the country suffered a historical lack of commitment to the public health system from of their rulers, when the current government took the decision to free the health service on last December, sabotage and lack of commitment by the executors of this measure made it obsolete: many doctors continue to charge, now illegally, for their services; the structural arrangement of the hospital continues to point to services that represent higher incomes to the institutions, turning their backs to the most critical situations. The hospital directors could not organize their hospitals in a way that meets the needs of patients, even if they wanted to.
Some hospitals lack staff, others space, in all of them the consumables are of poor quality, and that’s where it is essential the fi
gure of the doctor who gives more than anybody would be asked for, and attempts to curb health catastrophe in which the region is living.
They are the first to highlight the need to constantly be prevented, be educated in schools and hospitals on sexual and reproductive health.
The fact in terms of health policy concerns, is that Senator Carlos Filizzola has submitted a bill which seeks to end the lack of legal basis for the care and treatment of mothers and children in Paraguay, but that project wasn’t accepted and no other was written in it’s place by those who were opposed, due to a counter-information campaign of the corrupt Paraguayan media, who handled the political situation and the mass ideas by diverting the issue of maternal and child health and alleging that the law was to legalize abortion and other issues related to gay rights, issues which themselves are treated but not to promote,  to be respected, as well as promoting sexual and reproductive education and mobilize the health system, making available, to mothers and children, more and better services for labor and birth, which is urgent and imperative to make maternity wards cease looking very much like a butchery.
As in the rest of the hospitals, the Paraguayan Red Cross lacks social workers, so doctors and nurses often take over the emotional state of the girls, and although they often do not have the necessary resources to handle extreme situations, they give the best of themselves to support their patients.
A girl cries begging because she doesn’t want her child to born, she asked me to take her out of there, “let’s go” she insisted, “get me out of here, come on…”. It is one of over 10 teenagers to give birth every day in the PRC. These girls face an undesirable situation; many are victims of sexual abuse and others of the lack of sex education and reproductive health. They moan and cry out the anguish held for nine months, they were excluded from society, whatever their life was until then, it dies there, although they are not buried.

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